martes, 30 de diciembre de 2008

Figuras Estelares

Muchos de ustedes saben por donde viajan mis gustos musicales. No obstante, esta cuestión del periodismo me obliga a asomar a bandas que probablemente nunca hubiese escuchado por "Motus Propio" y que sin embargo traen consigo experiencias agradables. Les dejo la nota que escribí para el diario sobre el show que la banda Estelares, dio en la ciudad de La Banda, Santiago del Estero, hace un par de semanas.

Estelares iba a presentarse por primera vez en la provincia. Eso era motivo suficiente para acercarse hasta Iconos Pub para, aunque sea por curiosidad, presenciar y escuchar la propuesta del grupo oriundo de La Plata, quizás una de las apariciones más rimbombantes en la escena del rock contemporáneo, dentro de la cual gozan ahora de una masividad algo mentirosa, que oculta detrás cuatro discos y una infinidad de conciertos.

La noche comenzó con la presentación de los marplatenses Desireé, un grupo de músicos jóvenes que enarbolan la bandera del rock stone como principal argumento. El show de la banda recorrió temas de su autoría y algunas versiones de la agrupación Guasones (que a juzgar por el nombre, el sonido y la estética, son los mentores de la banda) sin embargo, el punto más alto se dio con una muy buena versión hard rock del clásico cuarteto de Rodrigo “El Viaje”.

La gente acompañó el telón con un entusiasmo mesurado, concientes de que el plato fuerte estaba por llegar. Sin embargo, la espera se prolongó un poco más de lo previsto, aumentando la ansiedad de un público que copó el escenario montado en Iconos Pub, un reducto que alberga cada vez más y mejores artistas y que se ha convertido en una alternativa interesante para los músicos locales.

Cerca de las tres de la mañana, Estelares subió a escena, abriendo el show con dos temas de su último disco: “Eléctricos Duendes” y “Las Vías del Tren” (justo de cara al viejo ferrocarril bandeño) canciones sostenidas por riffs potentes, y matizados con letras de un contenido interesante y mucho más elaborado que el de los cortes de difusión del disco. A partir de allí, el cuarteto –transformado en sexteto sobre el escenario- alternó temas de su placa "Sistema Nervioso Central" con viejas canciones. Sin demasiados rodeos, blandieron la canción más pura como principal argumento, generando un show uniforme y lineal pero pleno en intensidad.

A lo largo de la noche siguieron “Ella dijo”, “Un show” "Aire" y “200 monos”. Las canciones se sucedieron sin interrupciones, su cantante y líder, Manuel Moretti, no realiza ostentaciones innecesarias, actitud que tan sólo contribuye a la calidad de un show perfectamente configurado.

Hacia el final del recital, la banda realizó un pequeño intervalo, tras el cual regresaron para interpretar las mejores canciones de su último disco. Así, sonaron “El Corazón Sobre Todo”, una hermosa canción que rememora los avatares de un amor pretérito, “Luxemburgués” y “Campanas”, para un cierre a pura energía con el archiconocido “Un Día Perfecto”.

El sonido de Estelares en vivo evidentemente se ha ido perfeccionando a lo largo de los años. Y es que la agrupación suena a esta altura como un engranaje muy bien aceitado. Las guitarras se complementan a la perfección con un bajo sólido y una batería violenta pero terriblemente precisa, que le dan a la banda un sonido con reminiscencias al rock de bandas como Talking Heads , pero edulcorado.

Los años en las rutas parecen haberle permitido a Estelares generar una tónica propia e identificable. Su cantante y líder tiene en claro que la intención primaria de la banda es escribir canciones con una impronta reconocible, sin demasiadas pretensiones más allá de reflejar emociones a través de una lírica destacable, sencilla pero no por eso menos efectiva y estéticamente loable. Un párrafo aparte merece la producción de un evento que promete ser el primer de muchos por venir en la provincia, y que hacen esbozar a una sonrisa a los muchos santiagueños que gozan de la buena música en vivo.

lunes, 15 de diciembre de 2008

La Torre de Babel

“The Argentine” es la primera parte del largometraje que el director Steven Soderbergh filmó sobre la Revolución Cubana, etapa histórica que centró argumentativamente en la figura de Ernesto “Che” Guevara.

La cinta recorre el primer tramo de la lucha de la guerrilla compuesta por el Movimiento Revolucionario 26 de Julio, contra la dictadura de Fulgencio Batista, deteniéndose justo antes del ingreso del grupo insurgente en La Habana. La segunda parte -terminada y a estrenarse- se llamará justamente “Guerrilla” y relatará los acontecimientos vividos en la capital cubana los primeros días de 1959, y los posteriores años en la vida del líder revolucionario argentino, hasta su muerte en Bolivia.

Quienes hacen posible el largometraje conforman un verdadero crisol de razas. El director norteamericano, eligió al puertorriqueño Benicio del Toro para encarnar al médico y político argentino, que comparte cartel con el mexicano Demián Bichir como un joven y locuaz Fidel Castro. Además, hay un desfile interminable de diplomáticos, políticos y periodistas de todo el mundo, que le dan un tono particularmente global a la filmación, no por su mera diversidad de nacionalidades, sino por la exposición constante de ideas antagónicas, o no.

La Torre de Babel, aquel reconocido pasaje bíblico en el que los hombres intentan alcanzar el cielo provocando la ira de un Dios que modifica sus lenguajes haciendo que reine la confusión, bien podría enmarcarse en este vodevil cosmopolita. Y es que los acentos dispares, llaman al barullo y se tornan bastante fastidiosos. Fidel por momentos, suena mucho más argentino que un Che de un marcado acento centroamericano, que sazona su diálogo con expresiones del lunfardo vernáculo que suenan irremediablemente forzadas. No obstante, el voto de confianza en torno a la interpretación de Del Toro, tiene fundamentos en la vida nómade de un Guevara que no se caracterizó por quedarse mucho tiempo en el mismo lugar, y por una solvencia actoral ya demostrada en otros trabajos.

Sin embargo, y a pesar del revoltijo léxico, la deuda principal de la película pareciera la carencia de una mirada introspectiva en torno a la figura histórica del Che. Si bien se refleja con bastante éxito los pasajes de la revolución, dejando entrever de a ratos destellos de la idiosincrasia y el temperamento de Guevara, asomar a su verdadera naturaleza pareciera ser una cuenta pendiente para el guión. Los muy bien logrados segmentos en los que el argentino representa a Cuba en las Naciones Unidas, son quizás los picos más altos de la cinta, trazando éstos un panorama más que interesante de una época particularmente convulsa desde lo político, donde además se evidencian los numerosos movimientos antirrevolucionarios, enarbolados por países latinoamericanos guiados por el titiritero maestro ubicado en el extremo norte del continente.

Por otra parte, las loables intenciones del guionista de no enaltecer hasta la divinidad al Che, surten efecto. El espectador en ningún momento se solidariza con la causa cubana, más allá de su orientación política, y la película no busca alinearse con la revolución o instalar sobre lo hombros de Guevara una investidura mesiánica. Obviamente, algunos pasajes pretenden abiertamente destacar ciertas aptitudes del protagonista central, un cliché del que Hollywood rara vez logra desprenderse.

La película cuenta con una ambientación maravillosa y destacable. El vestuario destaca por su fidelidad y la caracterización de los revolucionarios es definitivamente destacable. Estéticamente es una producción más que correcta, aunque evidentemente no sea este el fin último de los realizadores.

Resta esperar la segunda parte, que complete la saga y de consistencia a una empresa arriesgada de un director que ya ha demostrado con anterioridad su pericia para llevar adelante grandes guiones, pero que por primera vez se topa con una historia real, con un bagaje político y social que continúa siendo tema de debate a pesar del paso de los años, y que refleja el comienzo de una dicotomía ideológica que rige el mundo moderno.

martes, 9 de diciembre de 2008

Los Cadillacs: igual que antes, mejor que nunca (*)

La clásica sesión de vientos fue la encargada de encender el fuego sagrado. Con los acordes de “Manuel Santillán, el león”, Los Fabulosos Cadillacs salían al escenario montado en el estadio Chateau Carreras, apenas media hora después de lo previsto, sin demasiadas ostentaciones, con paso cansino y mesurado, alejados del mentado estilo Rockstar.

De frente a un público frenético contemplaron el cielo durante un instante, con los brazos cruzados en sus espaldas, en una escena que reprodujo simbólicamente una suerte de homenaje para un protagonista ausente en este reencuentro: el fallecido percusionista Gerardo “Toto” Rotblat.

Allí estaban, Vicentico, Sr. Flavio, Sergio Rotman, Daniel Lozano, Mario Siperman y Fernando Ricciardi. La formación de los Cadillacs versión 2009, viejos rostros, el mismo sonido. Tras el demoledor comienzo propuesto por un tema controversial y comprometido, continuaron con un clásico versionado a base de decibeles: “Mi novia se cayó en un pozo ciego”, canción que prolongó la fiesta, que duraría más de dos horas.

La natural parsimonia de Vicentico era compensada por la avasallante energía de Flavio y Rotman, impredecibles y carismáticos, quienes no bajaron el ritmo ni un minuto. La electricidad del comienzo dio paso a una banda más relajada, que se dedicó a repasar canciones con una impronta reagge reconocible. Así, sonaron “Estoy Harto de Verte con Otros” y “Basta de Llamarme Así”.

La intensidad dijo presente nuevamente con otro clásico de la agrupación “El Genio del Dub” y con la presentación del primer invitado de la noche, Pablo Lescano, líder de la banda de cumbia villera Damas Gratis, y productor de la versión de “Padre Nuestro” incluida en el último disco de los Cadillacs “La Luz del Ritmo”.

Quizás el momento más sensible en la noche cordobesa se dio luego del tema “Los Condenaditos” –del disco “La Marcha del Golazo Solitario”-, cuando las dos pantallas apostadas en ambos márgenes del escenario reprodujeron imágenes de Toto Rotblat, mientras dos tumbadoras sonaban sincopadas. Vicentico ganó el escenario con una suerte de diamante gigante en sus manos, dentro del cual brillaba una luz multicolor. Tras besarlo, elevo su vista al cielo y se retiró, para regresar con todos los músicos e interpretar la siempre festiva “Carnaval toda la Vida”.

A partir de allí la sucesión de grandes éxitos fue una constante. Sonaron impecables versiones de “El Satánico Dr. Cadillac”, “Demasiada Presión”, “Gitana” y la flamante “La Luz del Ritmo”, pero sin lugar a dudas fueron las composiciones de Sr. Flavio las más celebradas, y las que confirmaron nuevamente el compromiso político de la agrupación.

“Mal Bicho” hizo vibrar el Estadio Olímpico de Córdoba, tema corrosivo en grado supino, que el bajista se encargó de acentuar apuntando al público con su instrumento, simulando un fusil represor. “Yo no voy, a la guerra, a la violencia, a la injusticia y a su codicia”, cantó Vicentico, de rodillas, en la cúspide definitiva del show.

Sergio Rotman confirmó que se ha convertido en uno de los líderes de estos Cadillacs versión 2008. Además de su reconocido carisma, aportó un saxofón impecable y hasta se animó a reclamar los derechos de autor de la bellísima “Siguiendo la Luna”, en la que toco la guitarra eléctrica. Un dato aparte fue su inexplicable energía, el ex Cienfuegos, bailó durante todo el show, arengando e interactuando con el público, opacando por momento al mismo Vicentico.

La banda se despidió súbitamente pero de una manera muy poco convincente. El público no se movió de sus lugares, conciente de que quedaba mucho show por delante y de que clásicos que habían quedado afuera de la lista inicial sonarían. Y así fue: “Vasos Vacíos” hizo regresar al escenario a los músicos, que invitaron a la cantante Mimi Maura –esposa de Sergio Rotman y una de las voces más requeridas de la escena reggae/ska local- quien hizo las veces de la recordada Celia Cruz.

Tras el tema llegó “Matador”, una tormenta de percusiones y trompetas archiconocida pero no por eso menos efectiva, que hizo bailar a un público sin demasiadas pretensiones, pero que a la vez llamó a la reflexión a otros tantos, a través de una letra de una profundidad destacable, oculta bajo una instrumentación avasallante.

La recta final del espectáculo permitió disfrutar de una especie de enroque musical. Flavio se puso al frente de la banda, guitarra en mano, cediendo el bajo a Vicentico y con su pequeño hijo tocando la batería. Juntos, interpretaron un par de temas de The Clash y Ian Dury, para luego, volver cada uno a su puesto y despedirse con un “Yo no me Sentaría en tu mesa” cuyo estribillo fue coreado durante todo el recital por las más de 20 mil almas que llegaron hasta el estadio.

Los Cadillacs dijeron presente nuevamente en la escena grande del rock nacional, tras seis años, pero con una vigencia admirable. Más hermanos que antes, y con un sonido propio que tan sólo dan los años, prometen nuevos discos y giras, en lo que será el complemento del trabajo artístico de una de las bandas más representativas del Rock Nacional.

(*) Por Silvio Pratto - Enviado especial de Diario Panorama