martes, 24 de marzo de 2009

Entrevista a José Ernesto Schulman: "Para vencer la impunidad en Argentina, no alcanza con gestos"

José Ernesto Schulman, uno de los sobrevivientes de la última dictadura y actual miembro de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, expresó sus sensaciones a 33 años del gobierno de facto. El activista reconoció el interés del gobierno por avanzar sobre el terrorismo de Estado pero subrayó la carencia de una estrategia, y de voluntad política para enfrentar sectores “muy poderosos”.

Fue uno de los tantos argentinos secuestrados por miembros del gobierno de facto que estuvo al frente nuestro país. Sin embargo, su historia se alinea con la minoría que logró sobrevivir del genocidio que tuvo lugar en Argentina en la década del 70. Actualmente, se desempeña como secretario de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, además de ser un destacado ensayista en torno a la problemática.

Consultado por Radio Panorama, al cumplirse 33 años de la dictadura –hecho que el país recordó con marchas y actos en todo el territorio nacional- Schulman manifestó que para quienes vivieron el terrorismo de Estado, en un día así “pasan cosas, racionales e inconcientes”.

“Yo fui secuestrado un 12 de octubre y sistemáticamente desde entonces en esa fecha me pasan cosas. El 24 de marzo es un día en el que se concentran muchos recuerdos, pero yo lo vivo como un día de victoria, nosotros nos sólo sobrevivimos físicamente sino como personas y seres humanos. Actualmente, el sector de la sociedad que sabe que hubo un genocidio y que nos acompaña en la lucha contra la impunidad es infinitamente mayor a la existente el 24 de marzo del 1976”, manifestó.

Schulman consideró que el recuerdo representa “un día interesante”, aunque consideró que el feriado “no ayuda al debate”.

“Al menos las personas se movilizan en actos, marchas y eventos, yo hubiese preferido que haya una sola, pero lamentablemente las diferencias secundarias se imponen sobre lo principal. Eso es un problema profundo y colectivo del movimiento popular argentino que nunca se dio maña para distinguir entre lo principal y lo secundario”, expresó.

La lucha contra la impunidad

En los ensayos que ha escrito sobre la problemática, (entre ellos “la banalización del ‘Nunca Más’ durante la democracia kirchnerista”) Schulman se encargó de expresar que considera a Jorge Julio López como el desaparecido 30.001. No obstante haber sido consultado sobre este hecho particular, el activista consideró indispensable pensar el “problema en su conjunto”.

“Hay que tratar de pensar el problema en su conjunto. Logramos derrotar las leyes de impunidad y los decretos de indulto, tuvimos fuerza como para reabrir las causas pero evidentemente ni el poder Ejecutivo, ni el Legislativo ni la Corte Suprema tenían la menor idea de lo que estaba pasando, ni mucha voluntad para avanzar. Las causas no están diseñadas ni planificadas, no hay una estrategia para avanzar y hay una falta de simetría entre el objeto a investigar -que es el genocidio- y el instrumento que se utiliza para hacerlo, que es el Código Penal clásico en la Argentina”, destacó.

Schulman consideró que esas condiciones “abren un espacio fantástico” para que la defensa de los represores “meta chicana jurídica, empantane y demore”, expresando que no existe una base “que el Legislativo podría haber diseñado hace años”.

“Aún no hay indicios de que se quiera elaborar un plan. El que organizó el terrorismo fue el Estado, por lo tanto hay que juzgar el terrorismo de Estado tal como el Estado lo organizó, por áreas militares, por subzonas militares, con comandancias muy claras, con cadenas de mandos. El Estado argentino estaba articulado a la Junta Interamericana de Defensa, que estaba bajo el comando operacional del ejército de Estados Unidos. Por eso es que no es muy difícil vislumbrar lo que hay que juzgar”, sentenció.

Asimismo, expresó que al no haber voluntad política “se juzgan casos aislados y se pierde de vista el hecho real”.

“Aquí no ocurrieron 5 mil o 30 mil asesinatos aislados, sino un genocidio, el exterminio de un grupo nacional para reorganizar radicalmente un país. Eso es lo que no se quiere juzgar, por eso se demora, permitiendo -sobre las bases de las relaciones de los represores y la parte del aparato estatal que les responde- que ocurran situaciones como la de Jorge Julio López”, explicó.

Schulman aseguró que Felipe Solá expresó a integrantes de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre que detrás del secuestro de López estaba la bonaerense (por la policía) “pero nos dijo que no le pidamos que meta mano ahí porque no quería desestabilizar la provincia de Buenos Aires. Yo creo que esa idea es la tienen los gobernantes nacionales”.

Una actualidad diferente

Si bien las nociones para llevar adelante políticas que procuren el castigo de los responsables del genocidio suscitado durante el gobierno de facto, no son las idóneas para Schulman, él mismo consideró que en la actualidad el país sufrió “cambios importantes, el gobierno actual manifestó una voluntad de avanzar sobre el tema que no tenía ni Menem ni De La Rúa

Finalmente, manifestó que “el problema es que esa voluntad no está planificada ni organizada, y vacila ante la primera resistencia de la derecha. Para vencer la impunidad en Argentina no alcanza con gestos, hay que enfrentarse a fuerzas muy poderosas, y ahí es donde vemos que no hay voluntad política”.

“Nosotros nos sentimos más reconocidos que nunca, y en esas condiciones esperamos poder combatir la impunidad. Aquí no hay medias tintas, o uno va contra los represores a fondo o no va”, concluyó.

Por Silvio Pratto
Para Diario Panorama

jueves, 12 de marzo de 2009

Estereotipos lácteos

De un tiempo a esta parte, la realización de películas biográficas ha reflotado con una fuerza particular. Los resultados son disímiles y la fuerza de atracción de las figuras que se intentan retratar por momentos puede ejercer un proceso de validación, similar a aquel del que hablaba Foucault, en referencia al orden del discurso, en este caso, aplicado a la obra o las características particulares que hacen a una figura, lo suficientemente importante como para que su vida, obra o historia sea reflejada en la pantalla grande.

Con “Milk” Gus Van Sant vuelve a demostrar su afán documentalista. Así como en la formidable “Elephant” el director norteamericano apuntó sus cañones digitales hacia un hecho histórico como la masacre de Columbine, en esta película centra su atención en la figura de Harvey Milk, político y activista gay norteamericano; y primer funcionario en asumir un cargo público asumiendo abiertamente su condición sexual.

Así, con la leche en el fuego, Van Sant comenzó a gestar esta biopic de tintes pluralistas. Sin maniqueísmos –que se esperan, cuando las sanas intenciones de no demonizar a un sector o persona particular se tornan demasiado evidentes- y con lo dicho, claras intenciones abarcativas e integradoras… propósitos que se diluyen con un mensaje político no lo suficientemente corrosivo, aunque en honor a la verdad, algo ácido e intenso.

Y es que la cinta no pretende que el espectador se alinee con la causa gay, sino que reflexione a partir de la absorción de argumentos plausibles. Así, el mástil que sostiene a la bandera multicolor –como una metáfora fálica involuntaria- revela un mensaje claro: si bien la problemática gay gira en torno al libre albedrío sexual, el sexo no gira en torno a la vida de una persona homosexual. El sencillo concepto de que el sexo para un gay representa lo mismo que para un heterosexual, es abordado nuevamente, con la terca convicción de que los cerebros pacatos serán capaces de entender que detrás de todo ese telón genital, hay personas con vidas que no son devoradas por una libido insaciable, sino más bien, como las de cualquier ser humano al que le gusta sentarse a mirar televisión después de cenar.

Lo curioso, es que a pesar de construir este verídico escenario, la gran fisura de la cinta es la innecesaria construcción de la identidad gay desde un estereotipo, ese que muestra a Harvey Milk como un amante de la ópera, impresionable, soñador y amanerado hasta el hastío, recurso que tan sólo exacerba una sensiblería útil a los fines de sumarle dramatismo a la cinta, pero que se transforma en un molde que hace del universo queer un espacio plagado de lugares comunes.

Por eso Sean Penn en ningún momento fagocita la película. Su actuación es excelente, como se preveía –teniendo en cuenta sus pergaminos- pero dista mucho de ser la mejor de su carrera. La figura de Harvey Milk, es retratada con una rigurosidad mentirosa, que se evidencia en el intencional parecido de los actores con las verdaderas personas (Penn utilizó una nariz postiza para lograr un parecido físico aún mayor) y se apoya demasiado en el documental precedente sobre la vida del activista.

En cuanto a los personajes secundarios, James Franco y Emile Hirsch generan interpretaciones mucho más sutiles y trabajadas que las de un Josh Brolin injustamente nominado a mejor actor de reparto, un Diego Luna que como gay latino perdido y obnubilado repulsa con su insoportable patetismo, y de una Alison Pill que lleva adelante un papel sin ningún pasaje destacado. Todos ellos conforman el séquito activista que siguió al político californiano en su cruzada por los derechos civiles de los homosexuales, durante el férreo movimiento de liberación sexual vivido en San Francisco en la década del 70.

El guión de Dustin Lance Black tiene interesantes recursos narrativos, con el protagonista oficiando por momentos de narrador y con algunos flashbacks muy oportunos. Además, hay un interesante trabajo intertextual, reproduciendo los videos originales en los que se anuncian los asesinatos de Harvey Milk y el Alcalde Moscone, y el registro audiovisual de las revueltas entre homosexuales y policías en los bares de la Calle Castro.

Y así, en esa vorágine ideológica y cultural, surge la concepción de la pluralidad como ideal inalcanzable, dorado fetiche de quienes se atreven a asomar a un mundo distinto. La utopía de un planeta equitativo en la voz de quien se sabía diferente… como todos. Las velas que iluminaron San Francisco tras la muerte del activista, son el corolario de un trabajo mediocre de Gus Van Sant y al mismo tiempo sirven como contraste, para revelar una película sin demasiadas luces.

jueves, 5 de marzo de 2009

Oído subjetivo: Los discos que más me gustaron del 2008 (2ª parte)

Lo prometido, la segunda (y última) parte de los discos que más me gustaron del 2008. Espero sus opiniones, puesto que este es un ejercicio subjetivo en grado supino. Haciendo click AQUÍ se pueden bajar los temas que destaqué de cada álbum en las reseñas.

Joe Bonamassa – Live From Nowhere in Particular

Los discos de estudio que lo posicionaron como uno de los mejores guitarristas de blues contemporáneos, hacen que el segundo álbum en vivo se convierta en una cereza para los seguidores del músico. Y es que escuchar el virtuosismo de este Bonamassa maduro en un disco doble de una selección exquisita de temas es realmente una experiencia, por lo menos, orgásmica. La influencia lleva al guitarrista por caminos que conducen al rock progresivo de Jethro Tull y a los sonidos tribales de Taj Mahal, sin abandonar nunca un blues que entiende desde el Walking hasta el Shuffle, pasando por el Rhythm & Blues y los sonidos del Delta (la versión de “High Water Everywhere”, de Charlie Patton es imperdible). Bonamassa relegó sus guitarras Stratocasters abocado a un sonido Les Paul, que pone en evidencia en este álbum doble, que además se permite incluir pianos que complementan magníficamente el talento del guitarrista con las seis cuerdas. La ascendencia italiana del músico se mixtura con los glóbulos rojos que conservan el recuerdo indeleble de los negros que derramaron su sudor en los campos de algodón de New Orleans, de Chicago, y su sangre en las aguas verdes del delta del Mississippi. La Gema: “Asking Around for You”, una epifanía reconfortante ante la perdida, ante el dolor. Maravillosa, emocionante, conmovedora.

Los 7 Delfines – Carnaval de Fantasmas

Richard Coleman es, quizás, el ultimo artista de culto de eso que algunos se empeñan en llamar Rock Nacional. Vanguardista desde el primer acorde grabado con L7D nunca abandonó un ambiente under del que no reniega, sino más bien, en el que se siente cómodo y desde el que logró atacar a fuerza de novedades sonoras, oídos mal acostumbrados. “Carnaval de Fantasmas” es el séptimo disco de la agrupación, producido por su líder, quien a pesar de afirmar que es “el mejor álbum de la banda” no logró superar al místico “Nada Memorable”. Un disco que se escuchará a todo volumen, aunque los años pasen. La Gema: “Horas”, una experiencia temporal post-ruptura, absolutamente tortuosa que lleva el sello de un Coleman que herido, logra sus mejores canciones. Un ensayo sobre la incertidumbre.

R.E.M. - Accelerate

La banda liderada por Michael Stipe, nunca eligió un mujer título para un álbum, desde el primer acorde de la optimista e hiperquinética “Living Well is the Best Revenge”, los R.E.M transitan un camino vertiginoso sin frenar en ninguna curva. Los sonidos eléctricos priman en un disco repleto de decibeles y con la riqueza poética que caracteriza a la lírica de la agrupación. La Gema: “Supernatural Superserious”, un riff irresistible para arrancar con una canción que viaja a momentos pretéritos, experiencias adolescentes en tercera persona, que tan sólo publican las entrañas de un Stipe siempre visceral.

Jeff Healey – Mess Of Blues

“Mess of Blues” bien podría ser el canto del cisne de un gran músico. Jeff Healey falleció poco tiempo después de terminar de grabar este disco en vivo glorioso, alimentado a base de Blues, de solos exquisitos y versiones que habría que glorificar. El comienzo del álbum, con las versiones de “I’m Tore Down” de Freddie King y “How Blue Can You Get” de B.B.King, dos grandes homenajeados por un músico colosal, abonan el terreno de lo que vendrá: un disco impecable, indispensable en cualquier discoteca de quien se considere amante del Blues y el Rock & Roll más clásicos. Dios bendiga a Jeff Healey. La Gema: “How Blue Can You Get”, uno de los mejores temas del rey, en una de sus mejores versiones. En la categoría “debe escucharse”, sin dudas.

Nick Cave and the Bad Seeds – Dig, Lazarus, Dig

El nuevo álbum de Nick Cave, músico fluctuante e pesado referente del movimiento Indie de la década del 70, vuelve a demostrar que de un tiempo a esta parte, no hay una receta para hacer un disco de rock. Alejado de los convencionalismos, se transforma nuevamente en un científico sonoro, experimentando con samplers y percusiones electrónicas (“Night Of The Lotus Eaters”) el australiano hace de su último disco una ensalada muy poco armónica, pero con un alto –y bienvenido- nivel de decibeles. Su visión misántropa del mundo, se revela en el nombre del disco, que invita a un resucitado Lázaro, a cavar lo más rápido posible para escapar de esta sucursal del infierno que llamamos Tierra. Un Nietzsche pixelado. La Gema: “Today's Lesson”, quizás el tema más rockero de todo el álbum, y la mejor interpretación vocal de Cave en mucho tiempo.

The Raconteurs - Consolers of the Lonely

El proyecto paralelo de Jack White no había encontrado en su primer disco demasiados fundamentos. La música era buena, pero se parecía demasiado –salvo por el bajo y algún teclado extraviado- a White Stripes- Es por es eso que este segundo álbum le da sentido a la existencia de The Racounteurs. Los 14 temas cobran entidad propia, declarando su día de la independencia del binomio de garage rock que los precede y al que indefectiblemente estarán ligados. Jack White continúa siendo una máquina de hacer riffs, fabricada en Detroit, y el resto de la banda suena con una fuerza que por descontrolada, nunca pierde el control. La Gema: “You Don’t Undertand Me”, balada minimalista con un sello inconfundible. La progresión de acordes en el piano tan sólo es soslayada por la profundidad vocal de Jack White, una de las mejores canciones del 2008.

Magic Slim & The Teardrops - Midnight Blues

Magic Slim es uno de los clásicos. Junto a Buddy Guy, B.B.King y un puñado más de artistas, es quizás el último guitarrista negro de blues que nos queda. Junto con su banda “The Teardrops” (nombre cuyo significado nos lleva a significantes acertadísimo para el imaginario blusero) vuelve a la carga con un disco clásico, sin pretensiones experimentales, que entrega 13 canciones de puro Blues y Rock&Roll. Un maestro que influenciará a generaciones de músicos, por los siglos de los siglos. Un disco impecable, estupendo, imprescindible. La Gema: “Carla”, un blues en el que el interminable Magic Slim, hace gala de la potencia de su voz, del virtuosismo con su guitarra y de lo mucho que comprende el Blues, y eso de los corazones rotos.

Eric Sardinas - Eric Sardinas & The Big Motor

Un aroma a ZZ Top impregna la última producción del buen guitarrista Eric Sardinas. Junto a su banda The Big Motor, vuelven al ruedo con un disco explosivo, de un Hard Rock interesante, que coquetea con el Blues y encuentra en la distorsión y el slide sus herramientas favoritas. Un disco que invita a bailar. La Gema: “As the Crow Flies”, tema que cierra el disco pero que abre la puerta al mejor Sardinas, que deslumbra con su guitarra slide acústica para luego dar paso a la electricidad que prima en todo el trabajo, y que es el corolario para un muy buen álbum.