martes, 28 de abril de 2009

Cuestionario de Marcel Proust

Me decidí (para actualizar el blog, dada mi aparente falta de inspiración reciente) a subir el cuestionario del escritor francés Marcel Proust, respondiendo sus preguntas que -en teoría- dan pautas sobre la personalidad de uno. Me pareció divertido. Les dejo mis respuestas, y al que se anime, lo convido a dejar las suyas. Espero tengan ganas y tiempo, de ver los links también.

1. Los principales rasgos de mi carácter
Desidia. Irritabilidad. Ciclotimia. Escasa lucidez mental.

2. La cualidad que deseo en un hombre
Lealtad

3. La cualidad que deseo en una mujer
Inteligencia y sentido del humor

4. Lo que más aprecio de mis amigos
Lealtad

5. Mi principal defecto
Desidia

6. Mi ocupación favorita
Leer, ver cine, escuchar música, escribir, dormir

7. Mi sueño de felicidad
No pienso revelarlo

8. Lo que para mi sería la mayor desgracia
Perder a mis padres

9. Quién me gustaría ser
Ron Wood

10. Dónde me gustaría vivir
New York, Estados Unidos. Chicago, Estados Unidos. Barcelona, España. Londres, Inglaterra. Roma, Italia. Frankfurt, Alemania. O en cualquier gran ciudad del mundo.

11. Mi color preferido
Rojo

12. La flor que más me gusta
Ninguna en especial

13. Mi ave favorita
Ninguna en especial

14. Mis autores preferidos en prosa
George Orwell, Milan Kundera, Stephen King, Edgar Alan Poe, Kenzaburo Oé

15. Mis poetas favoritos
Jorge Luis Borges

16. Mis héroes de ficción
Batman; Daredevil; V (V de Vendetta); Green Arrow; Marv y Dwight (Sin City); Ben Mears (Salem’s Lot); Guy Montag (Fahrenheit 451); Ludvik Jahn (La Broma)

17. Mis heroínas de ficción
Elektra; Black Widow; The Bride, Beatrix Kiddo (Kill Bill); Ripley (Alien); Sarah Connor (Terminator)

18. Mis compositores preferidos
Stevie Ray Vaughan, John Coltrane, Keith Richards, Charlie Parker, B.B.King, Buddy Guy, Álvaro Henríquez, Jimi Hendrix, Ron Wood, Jeff Beck, Jimmy Page.

19. Mis artistas favoritos
El Caravaggio, Uma Thurman, Dave Gibbons, Jean-Luc Godard, David Mazzuchelli, Quentin Tarantino, John Carpenter, Frank Miller, Bill Sienkiewicz, Clint Eastwood, Taj Mahal.

20. Mis héroes en la vida real
Alan Moore, Alejandro Dolina, Nelson Mandela, Martín Luther King, Oskar Schindler, Gabriel Milito.

21. Mis heroínas históricas
Nina Simone

22. Los nombres que más me gustan
Ruth, Sara.

23. Lo que más odio
El fascismo

24. Los personajes históricos que menos me gustan
El Santo Oficio, George Bush, Rafael Videla, Leopoldo Galtieri, Benito Mussolini, Aldo Rico, Adolf Hitler, Augusto Pinochet, Joseph McCarthy.

25. La campaña militar que más admiro
La Batalla de Normandía y la batalla de Stalingrado.

26. La reforma que más aprecio
La abolición de la esclavitud. El voto femenino.

27. El don de la naturaleza que me gustaría tener
Tocar el saxofón como John Coltrane. Definir como el Kun Agüero. Gambetear como Messi. Volar como Superman.

28. Cómo me gustaría morir
De viejo

29. El estado actual de mi alma
Ciclotímica

30. Las faltas que puedo soportar
Las mentiras piadosas y las cometidas ingenuamente.

31. Mi lema
Esperemos a último minuto y vemos como lo solucionamos.

miércoles, 15 de abril de 2009

¿Quién dirige a los directores?

Contextualicemos: Watchmen es originalmente una historieta escrita por Alan Moore y dibujada por Dave Gibbons. Fue publicada en 1985 por la editorial DC en 12 números individuales que representaron el comienzo de una era de cómic de autor, en el que la rigurosidad estética y narrativa cobraban un papel protagónico que le daba al género el titulo –casi nobiliario- de “Novela Gráfica”. La obra logró llamar la atención de sectores que hasta entonces habían mirado a la historieta con cierto escepticismo, gracias justamente al hecho de haberla convertido en un ejercicio de lectura más complejo.


El trabajo argumental corrosivamente político, narrativamente estupendo y rico intertextualmente, encontraba en Gibbons el aliado perfecto, un dibujante soberbio que ensalzaba con sus trazos la profundidad asombrosa a la que Moore sometía a sus personajes. Es por eso que Watchmen es, ante todo, un cómic maravilloso, que me atrevo a recomendar y a colocar entre las principales obras realizadas para ese medio de expresión artística.


La adaptación de Watchmen al cine, llegó tras un sinfín de desacuerdos, con trabas legales de por medio que demoraron una película muy esperada por los fanáticos y fueron el presagio de un largometraje que no hace honor ni por asomo a la obra original. Incluso el mismísimo Alan Moore se negó a aparecer en los créditos (al igual que con “V de Vendetta”, también de su autoría) antagónico radical a la ideología hollywoodense y detractor del trabajo del director Zack Snyder, a quien desmembró por su trabajo en “300” –otra película basada en un cómic- a la que caratuló de "racista, homofóbico y soberanamente estúpido".


Pero lo cierto es que la película, para bien o para mal, se hizo. Y los presagios de que un trabajo de tal complejidad era imposible de adaptar a la pantalla grande parecen haberse cumplido. Si bien la historia no sufre mutilaciones, la película desperdicia torpemente pasajes maravillosos de la historieta, con gestos de un mal gusto notable que responden a una necesidad bastante estúpida de congeniar con el fanático acérrimo y con el espectador ocasional. El resultado es tibio. Esa tendencia de alinearse con dios y con el diablo termina dando tumbos en un terreno endeble, donde el concepto primario de Moore no se refleja más que como un tenue resplandor.


La trama propone una historia con varios protagonistas. Personajes que al mismo tiempo, representan un mundo por si mismos. Dotados de un carisma riquísimo, cada uno de ellos son engranajes indispensables de una maquinaria pensada rigurosamente. En la práctica audiovisual Snyder consigue caracterizaciones muy logradas en algunos casos, y otras que caen bajo el peso de las falencias interpretativas de sus actores.

Los puntos más altos son Rorschach, un sociópata oscuro, huraño y de moral adamantina cuya caracterización es fabulosa tanto por el parecido físico del héroe enmascarado y su alter ego como por la gran actuación de Jackie Earle Haley; y el Dr. Manhattan, un ser sobrenatural, apolíneo y omnipotente y el único héroe con superpoderes de toda la historia. El Comediante es también uno de los personajes destacados, principalmente por su caracterización y la capacidad de los vestuaristas y maquilladores de mutar su aspecto a través de las décadas, en los constantes flashbacks que acompañan el argumento.


Malin Ackerman demostró por qué es una exitosa modelo. Su descenso de las pasarelas permitió vislumbrar a una actriz de muy poca ductilidad para interpretar a una Silk Spectre con pasajes que en ningún momento lograron ser cubiertos con las dos o tres expresiones que la espigada sueca fue capaz de realizar. Por su parte, el Búho Nocturno poco se parece al héroe rechoncho que camina las viñetas del cómic, en este caso, Snyder apuesta por un verdadero héroe de acción, con un traje a la medida de las exigencias de la pantalla grande, que por impactante, no deja de desvirtuar la idea de Alan Moore. Ozymandias se muestra siniestro y oscuro desde su primera aparición, situación que si bien le resta incertidumbre a la resolución de la película, al menos hace más interesante a una interpretación vacua, flácida y de una frivolidad exasperante.


Los momentos del cómic surgen concatenados con cierta fidelidad, con algunas licencias que son aceptables y otras inadmisibles. La constante necesidad de hacer hincapié en temas que son tratados con sutileza en la historieta, revelan el mal gusto de un guionista empecinado en hacer de una disfunción sexual una suerte de epifanía religiosa, repitiéndola una y otra vez como un adolescente que acaba de descubrir la voluptuosidad y la busca terco y empecinado en saciar sus instintos más primitivos. Pero la herida más profunda que posee la película como adaptación, es la modificación arbitraria del final de la historia. Si bien la situación es prácticamente la misma, el concepto se pierde detrás de cambios que están lejos de ser detalles. Anular la idea de una “amenaza exterior” que unifique la tierra para luchar contra un mal común, para reemplazarla por una catástrofe nuclear que genere empatía y solidaridad entre naciones divididas política e ideológicamente, es una utopía mucho menos creíble que la que propone Moore en la historieta.


La cinta gana algunos puntos desde lo visual, con una ambientación bien trabajada y la correcta reconstrucción de los escenarios dibujados por Gibbons, sin embargo, por momentos los efectos especiales dan la sensación de que podrían haber sido mejor trabajados, sobre todo durante el exilio del Dr. Manhattan en Marte. Nobleza obliga, son esos mismos efectos los encargados de dar vida a postales maravillosas, como la nave del Búho Nocturno emergiendo de las profundidades, o la fortaleza antártica de Ozymandias, delicias visuales para retinas ávidas.


Snyder reproduce algunas viñetas del comic como en una fotocopia, lo cual también es una experiencia visual agradable, especialmente en los tramos iniciales de la película. Sin embargo, esa tendencia comienza a desaparecer con el correr de los minutos, desembocando en un callejón sin salida al nos llevan los caprichos estéticos de un director cuya debilidad parecieran ser las coreografías pretenciosas y que por momentos se olvida que Watchmen es muchas cosas, menos una película de acción.

En definitiva, es probable que la cinta sea agradable para los amantes de la ciencia ficción que no hayan leído el cómic, como una historia de aventuras sin un discurso político intrincado que llame a la reflexión o una obra compleja y comprometida. Sin embargo, quienes conocen la novela gráfica, probablemente noten que Watchmen, la película, es el corolario de un acto fallido conocido con antelación.

jueves, 2 de abril de 2009

Tiempo al tiempo

Como si se tratase de una versión moderna -y financiada- de “El Increíble Hombre Menguante” (algunos recordarán esa bizarra película del director de cine clase B, Jack Arnold, en la que un hombre notaba como su cuerpo iba reduciéndose lenta, pero incesantemente) la última película de David Fincher presenta la historia de un hombre cuyo reloj biológico trabaja a la inversa, es decir, es un geronte sordo e inválido al cumplir los 5 años, y comienza a sufrir los avatares del acne bordeando los 70. Sin embargo, su cerebro se alinea con el tiempo convencional, por lo que su aspecto no marcha en consonancia con su proceso madurativo.

En ese contexto que bien podría enmarcarse en una suerte de “realismo mágico”, se moldea una película de una producción monstruosa. Un montaje impresionante que se complementa con un vestuario y un maquillaje estupendo y una ambientación infernal, que muta con el correr de los minutos mostrando la modernización de un mundo globalizado, con detalles que conforman un producto terminado admirable, de un trabajo riguroso, consecuente y destacable.

Fincher nuevamente convocó a su actor fetiche para protagonizar su proyecto más ambicioso. Brad Pitt viaja marcha atrás a través del tiempo demostrando (como si lo necesitara) que es un actor de raza, y no necesita ampararse detrás de otros dotes que afortunadamente, no impiden vislumbrar su talento. Su personaje es cálido pero repleto de cicatrices, que por dolorosas, no dejan de contribuir a la humanidad de Benjamín Button.

Cate Blanchett es la dama de turno, e interpreta su papel con el carisma de siempre: esplendida, atractiva, etérea e irresistible. Sin dudas la australiana es una de las mejores actrices del universo Hollywood actual y va camino a transformarse en un clásico. Su belleza no opaca sus dotes indiscutidos para el drama, que sumado a un encanto envolvente la transforman en una artista deslumbrante.

Y la película encuentra un eje justamente en la relación entre Pitt y Blanchett, desprendiendo de ella interesantes alternativas que generan una red de pequeñas historias y experiencias dentro del guión general, como la deliciosa relación de Benjamín Button con el personaje que encarna la siempre genial Tilda Swinton, o la ironía que implica ver a un hombre que rejuvenece, vivir en un hogar de ancianos, mientras todo muere alrededor.

Quizás el tenor dramático de la cinta se diluya durante los pasajes (intercalados con la historia principal) en los que una moribunda Blanchett revela a su hija los secretos de este hombre al que el paso del tiempo rejuvenecía. La actuación de Julia Ormond como hija de ambos es vacua y carente de profundidad, y sólo le resta fuerza al argumento, a pesar de las estimables intenciones del guionista Eric Roth de generar perplejidad en un espectador, que como un arquero bien entrenado, ve venir todas las supuestas sorpresas. No obstante esa fisura, el trabajo de Roth es loable y esa “dicotomía moral” que por momentos propone la pareja principal es trabajada con sutileza e inteligencia, alejándolo de odiosas comparaciones con sus trabajos pretéritos (como Forrest Gump, donde todo parecía impregnado por un tufillo fascista) y dotando de fuerza el relato.

“La vida se vive en momentos” reza un mensaje final que no intenta ser subliminal y que es reflejado de muy buena forma durante la cinta. La frase no aparece como un corte longitudinal sino que va barrenando el argumento y llega hasta el ocaso de la historia con una fuerza particular. Uno no puede evitar coincidir con algunas facetas de los personajes, que dejan entrever con sencillez pero profundidad aspectos inherentes a la condición humana, desde la evasión de la responsabilidad hasta la condición maleable de los sentimientos y su relación directa con la vida, la muerte, y el tiempo, protagonistas centrales y excluyentes.