jueves, 10 de septiembre de 2009

"Siempre trato de ponerme en el lugar del espectador"

Entrevista que le hice a Campanella, director de "El Secreto de sus Ojos" para el diario. ¡Gracias por la buena onda Juan José!.

No es una etapa más en la vida artística de Juan José Campanella. El director argentino vive por estos días la saludable turbulencia que generó su último trabajo, “El Secreto de sus Ojos”, película que batió récords de público y consiguió amigar al director con algunos sectores de la crítica empecinados en cuestionar su obra, tan loable como prolífica.

Envuelto en una vorágine que es hija directa del éxito, el autor de “El Hijo de la Novia” y “Vientos de Agua” nos atiende muy temprano en la mañana “estoy apretadísimo de tiempo”, explica, como si hiciera falta, antes de comenzar a hablar de su hijo pródigo.

¿Esperaba que “El Secreto de sus Ojos” generara tanta repercusión?

- “Y, la verdad que lo que está ocurriendo no entraba en la expectativas, porque supera lo que ha pasado con el cine argentino en los últimos cinco o seis años. Cuando un trabajo tiene éxito, uno lo maneja con alivio, porque está tan preparado para que la cosa ande mal... ahora estoy superando la etapa del alivio y entrando en la de la felicidad. El tiempo se encarga de encausarme, porque a pesar de todo tengo que seguir con mis cosas y con mi vida: trabajar, manejar una productora, pagar las cuentas”. (Risas).

La crítica se empeña en asegurar que se trata de su obra maestra

- “Mira, no lo sé, la verdad es que no puedo hacer un juicio de valor entre mis propias películas”.

Sin embargo, parece que decidieron alinearse a su favor unánimemente

- “Es verdad que algunos críticos –los menos- que antes no dieron el visto bueno a mi trabajo, están contentos con esta película. Lo agradezco, pero no creo que haya un quiebre. Ahora hablan bien, pero si la próxima película no les gusta, van a hablar mal de nuevo, estoy seguro”.

Cámara inquieta

El tiempo ha posicionado al director como uno de los directores argentinos más reconocidos a nivel internacional. Desde la recordada “El Hijo de la Novia” (nominada al Oscar como mejor película extranjera en el 2001), Campanella ha alternado trabajos en cine y televisión, logrando insertarse en el competitivo mercado estadounidense, donde guionizó y dirigió algunos capítulos de reconocidas y exitosas series como “Dr. House” y “La Ley y el Orden”, además de incursionar en el género documental en trabajos como “Cuentos Cardinales” o “Había una vez un Club”.“La ficción es el formato en el que más cómodo me siento. Trato de hacer cine y televisión al mismo tiempo”, asegura el director, como intentando justificar su prolífica obra.

¿Cómo explica su capacidad para manejar tanta variedad de géneros?

- No tiene una explicación, de la misma manera que no puedo explicar mi inhabilidad para la medicina. Son las habilidades con las que nace cada uno y que se mejoran con el estudio y la práctica. Soy un inútil para todo lo demás, menos para esto que hago. No sé cocinar, jugar al fútbol, ni cambiar un foco (risas)”.

¿Cuáles son sus expectativas como espectador, cuando va a ver una película?

- “Bueno, es una pregunta importante. Principalmente que sea una película que me transporte al mundo de la película, que me meta dentro de ella. Por eso no me gustan algunos trucos de director obvios. Esas cuestiones de cinefilia. No me gusta notar el trabajo de nadie adentro de la pantalla, pero para eso se necesita muchos condimentos, una historia bien estructurada. En lo personal, siempre trato de ponerme en el lugar del espectador, de verme sentado en una butaca”.

¿Ricardo Darín es un actor fetiche para usted?

- “No, no. No lo siento así. Creo que en las películas que hice es un elemento esencial. Pero hay que aclarar que no está ahí por ser amigo o como una especie de amuleto. Sino porque yo opino que es el actor para hacer ese papel. Si mañana hago una película que narre las aventuras de un grupo de chicos durante la secundaria, no voy a inventar el personaje de un director para incluir a Ricardo”.

La mirada del cine argentino

Argentina ha sido históricamente uno de los países productores de cine más desarrollados de Latinoamérica. So pena, claro está, de las batallas que deben librar los realizadores en su afán productivo, hecho que no hace mella en el talento de grandes audiovisualistas nacionales.

¿Campanella, por qué considera que los argentinos son mejor vistos en el interior?

- “Prefiero no opinar de mis colegas. Lo que si puedo es hablar del cine argentino, con el que ocurren ambas cosas: hay películas que tuvieron mejor repercusión en otros países que en Argentina y viceversa. Yo creo que el estar en una casa, donde uno conoce a todos los integrantes, juega a favor. Los argentinos sabemos que en “El Secreto de sus Ojos” está Darín -el mismo que está casado con Flor y almorzó con Mirtha- o que está Guillermo Francella. Sin embargo un noruego no. Sabemos todas esas cosas, tenemos cierta familiaridad con los actores. Y por otro lado tenemos críticos que hablan de un cine versus el otro. Está todo tan lleno de ruido. Pero lo real es que si una película es muy potente, puede traspasar todo eso y darle al espectador una opinión genuina, independientemente de lo antedicho”.

¿Pero hay diferencias en la manera de trabajar que hay en relación con el mercado estadounidense por ejemplo?

- “Sí, las diferencias son los tiempos. Mi experiencia no fue distinta, fue igual, yo manejo mi misma línea de trabajo, . Pero en Argentina, en la televisión común, los tiempos son otros, tanto los de filmación, como los que toma la escritura de un guión. Allá tienen dos meses para hacerlo, mientras que aquí se necesita un guión por semana”.

La charla va llegando a su fin pero Campanella parece no tener apuro. A pesar del vértigo que trajo el éxito, no lo apremia una actitud desinteresada por la charla, al contrario, hasta se permite disfrutar de la misma. Sabe que en Santiago “El Secreto de sus Ojos” se estrena hoy, y por eso, se aventura a decir que con la cinta, encontraremos “un lugar fresco, para escapar del calor. ¿Viste que el peor enemigo del cine argentino es el calor?, la gente no quiere saber nada de encerrarse en un cuarto con un montón de personas”.

¿Y con qué se van a encontrar los santiagueños?

- “La película es una mezcla entre un policial y una historia de amor. No sé si un policial con amor o al revés. Son dos historias muy fuertes, en ese sentido, y tienen todos los elementos de ambos géneros. Lo que me sorprende y me halaga del público, es que aplauden de pie al final de la película y muchos me mencionan que los emocionó profundamente. Eso me halaga muchísimo”.

martes, 1 de septiembre de 2009

Contrapunto

Las películas de Michael Mann, de un tiempo a esta parte, tienden a presentar dos bandos opuestos bien reconocibles. Una clásica y efectiva línea narrativa donde se evidencia “el bueno y el malo”, con una capacidad destacable, no obstante, de no convidar al espectador a alinearse con ninguna de las partes.

Esa tendencia maniquea, o más bien bipartita de Mann, está nuevamente presente en “Enemigos Públicos”, una biopic basada en la vida del ladrón de bancos John Dillinger -recordado por sus numerosos atracos durante la gran depresión yankee y por algunas voces que pretenden colocarlo en el estante de los héroes populares- y la obsesión de su némesis, Melvin Purvis, agente de un FBI en formación, encargado de dar con él y poner fin a una carrera delictiva que ya había hecho suficientes méritos como para que se la recuerde en una película, por ejemplo.

Mann, apuesta en esta ocasión por Johnny Deep y Christian Bale para dar forma al proyecto extraído de la más básica matriz actancial. Esta analogía no debe sonar peyorativa, sino más bien evidenciar un recurso que el director ya ha utilizado hasta el hartazgo (Con Tom Cruise y Jamie Foxx en Collateral, por citar un ejemplo) con muchísima efectividad.

Dotada de una ambientación admirable, la película destila el aroma de las producciones del cine negro norteamericano, con recursos técnicos y estéticos que ensalzan la intención del director de impregnar el trabajo con la influencia audiovisual de esa época. El trabajo de recrear escenas y lugares, vestuarios y costumbres, es impecable, transportándonos sin escalas al Estados Unidos de la década del 20.

Quizás la mayor falencia de la cinta es la tibia introspección en el carácter de Dillinger. La radiografía del personaje es escueta y superficial y casi podría compararse con la descripción que el ladrón de bancos realiza de si mismo en la escena en la que se presenta a su futura esposa, encarnada por la siempre correcta Marion Cotillard.

Johnny Deep se muestra monogestual pero no por la ausencia de dotes actorales, sino por un guión que para llevar adelante una biopic, sólo explota los costados más elementales del gangster, sin proponer mayores desafíos interpretativos. De hecho, la cinta está lejos de exponer los argumentos que transformaron a Dillinger en un icono popular de la cultura norteamericana, dejando entrever de manera tenue ese carácter “romántico” de sus atracos con frases insulsas y fácilmente olvidables. Su romance con la prensa y con la clase trabajadora, también brilla por su ausencia, apareciendo en dosis demasiado escrupulosas, que no permiten hacerse una idea completa del entorno que rodeaba al hombre que se transformó en mito.

La película transcurre in crescendo llegando a picos de tensión muy elevados hacia su parte final, especialmente en algunos pasajes en los que Marion Cotillard dota de toda su capacidad dramática a la pantalla y en los que Johnny Depp se permite hacer gala de su oscuridad natural, para transformar a Dillinger en un ser mucho más interesante con interpretaciones en la que se vislumbra a un hombre acuciado por una desesperación que intenta en vano disimular.

Michael Mann hecha por la borda tentaciones tales como detallar con mayor ahínco el origen del FBI o centrar pasajes del guión en el personaje de Melvin Purvis. La apuesta resulta ganadora, el espectador no está interesado en conocer el complejo entramado que dio forma al buró de investigación o la historia de un policía cuyo carisma es comparable con el de una ameba.

Colosalmente filmada y ambientada y con el sello de un muy buen director en algunos pasajes, pero con algunos baches en su narrativa que por momentos la transforman en una película lenta y con pocas alternativas, Enemigos Públicos será probablemente una de las películas más parejas del año, en cuanto a detractores y cinéfilos partidarios, claro.