jueves, 20 de octubre de 2011

Cowboy de la pampa seca

“Life is what happens to you while you’re busy making other plans”
Beautiful Boy - John Lennon

Juan Minujín se decide a hacer de su primera película un arriesgado y pretencioso experimento. No necesariamente por la manera en la que aborda el lenguaje audiovisual, el uso de la cámara o los recursos cinematográficos, sino más bien por el intrincado personaje que no sólo dirige sino también interpreta.

“Vaquero” nos convida a recorrer el escabroso laberinto mental de Julián Lamar, un actor de 33 años que reniega de un sistema al que desespera por pertenecer. Lo hace en silencio, con la astucia de saberse patético pero la terquedad de no reconocerlo. Así, sus pensamientos traducidos en una voz en off que es la verdadera protagonista de la historia, ponen en evidencia un personaje complejo, oscuro, atrapante.

La paranoia de Julián por sentirse parte del universo snob que delezna se traduce en un in crescendo narrativo. Sin ser vertiginosa, la historia nos lleva por lugares que desnudan aún más sus falencias personales. Sus complejos se traducen en impotencia y la impotencia en inacción. No estamos ante la redención del protagonista, más bien, asistimos a su funeral, uno lento, tétrico e interminable. Deseos, envidias, perversiones, odios, resentimientos y un cúmulo de pensamientos cargados de ironía, violencia y desdén por todo lo que lo rodea, afloran en su mente para ser rápidamente disimulados con una sonrisa falsa o un diálogo superfluo al pasar, delicias de un guión estructurado de manera excelente y concatenado en función del relato.

En esa tónica, “Vaquero” recuerda a la que bien podría ser su hermana mayor “Los Paranoicos” de Gabriel Medina. Sin ser tan lograda, la película da la sensación de aspirar a algo más que simplemente contar una historia, zambulléndose en la mente de su protagonista que no es sino la del propio director. Y es que, ¿cuánto de Minujín –o de Medina- hay en esas ficciones? No me refiero al aspecto creativo, sino más bien al reflejo de una forma de ver ese complejo entramado de relaciones que conforman al universo social y de realizar una introspección a sus propias personalidades.

En ambas cintas, la sensación es que los directores bajan muy profundo dentro de sus mentes buscando un demonio que los atormentó durante todas sus vidas, con el único objetivo de publicar sus entrañas en la pantalla y salpicar con ellas al espectador. Ese cometido, se logra con creces, dejando expuesto en un todo a Lamar/Minujin, el timonel de un viaje fantástico.

El reparto lo completan un Leonardo Sbaraglia al que le bastan algunas líneas para dejar en claro de qué está hecho (y que curiosamente interpreta en la cinta a un actor consagrado que recorre un camino muy similar al de su contraparte, dando forma a una ironía maravillosa) y un Daniel Fanego taciturno, tremendamente expresivo y que sin mucho más que algunas frases inoportunas se convierte en una pieza funcional a la historia. Entre ellos dos emerge Pilar Gamboa, una actriz que rompe el molde y que con una gran participación demuestra que está para algo más que un papel secundario, no sólo por su talento interpretativo, sino por un rostro que refresca una pantalla repleta de estereotipos.

Por todo esto “Vaquero” sea quizás la nueva perla del cine nacional. Sin esas insoportables pretensiones indies tan comunes últimamente, y con una compleja ambición de llevar al espectador a un psicotour por el cerebro de Juan Minujín, actor que al fin se animó a dirigir (tal vez acallando esa perturbadora voz en off mental) y cuyos trabajos futuros, en lo personal, no pienso perderme.