miércoles, 4 de mayo de 2011

Rayos y centellas

Hay que convenir, antes de comenzar a discutir cualquier cuestión relacionada con la película, que Thor fue un personaje malparido. Y que esto no suene peyorativo, porque Stan Lee y Jack Kirby (deidades del noveno arte) tomaron la figura del dios nórdico y alteraron algunas cuestiones básicas de su origen mitológico en lo que pareciera haber sido un intento de dotarlo de un entorno superheróico según mandan los libros, con un medio hermano malvado como némesis y otras artimañas de esas que el rey Lee conoce a la perfección.

Así que, si se modificaron cuestiones básicas de la mitología escandinava para la creación del “Dios del Trueno” que hace 50 años desanda sus aventuras en ese mágico universo de viñetas, sería hipócrita criticar las licencias que los creadores de la película se toman para la conformación del personaje que encarna Chris Hemsworth. La película, atinadamente, narra un origen general evitando aburrir con vericuetos que estanquen el argumento. Esto quizás no sea bien visto por el fanático acérrimo, que no obstante deberá admitir que es un acierto de la producción.

El resto de la película, son rayos y centellas. Durante dos horas, asistimos a una cinta no demasiado iluminada, pero curiosamente, terriblemente divertida. El guión se encuentra plagado de guiños para los fanáticos y de gags tan graciosos como inesperados. En ese afán, recuerda a sus hermanas gemelas, “The Incredible Hulk” y “Iron Man” aunque estas sean producciones a las que mira de un escalón más abajo. La corrección que el argumento de J. Michael Straczynski (responsable de historias interesantes en varios títulos Marvel) evidencia, sufre horrores sin embargo, ante la liviandad a la que se somete a los personajes más interesantes de la historia.

Y es que resulta una pena como se desperdicia el potencial de un personaje fantástico como Loki. El "Dios del Engaño" apenas elucubra algunas conspiraciones que lejos están de esas artimañas de ajedrecista que lo hicieron en el comic un verdadero artista de la trampa. Anthony Hopkins se muestra apenas interesante como un Odín de pocas apariciones y el resto del reparto (Natalie Portman incluida) resulta abúlico, perezoso y simplón, no por sus interpretaciones, sino más bien por una historia que por momentos pareciera escrita a las apuradas.

Es así que el guión destaca por sus momentos de un humor preciso y efectivo, y por la avalancha de recursos técnicos al servicio de los efectos visuales, y no por una historia bien elaborada y sostenida en sus buenos personajes.

El resultado es un producto para pasar el rato, distenderse y sacarse el gusto de ver a un nuevo personaje de la Marvel en la pantalla grande, con la esperanza que este camino de luces y sombras que conduce hacia la superproducción “The Avengers” desemboque en una cinta a la altura de la circunstancias, y no en un flácido subproducto pochoclero.