martes, 15 de diciembre de 2015

Keith Richards - Crosseyed Heart

Es casi obvio destacar que The Rolling Stones representaron además de una forma de tocar rock and roll y reintepretar los blues norteamericanos, un fenómeno cultural y social tanto durante su aparición en la década del 60 como en las dos décadas posteriores, antes que pasarán -con total justicia- a formar parte de un statu quo musical.

No obstante, aun emplazados en el que quizás sea el sillón más cómodo destinado a las glorias del rock, sus integrantes supieron a través de sus discos solistas sublimar lo que quedó debajo de las mayores bondades que la música puede ofrecer, esas que exceden las netamente artísticas. 

Tanto Jagger, como Wood y en especial Keith Richards, dibujaron en sus discos solistas todo eso que la voraz máquina Stone amenazaba deglutir.

"Crosseyed Heart" es el ejemplo paradigmático de ello. Keef logra nuevamente mostrar la mejor versión de si mismo, con un disco que no escapa a las convenciones sonoras que el mismo escribió y que por ende lleva la firma inconfundible de un genio creativo.

jueves, 30 de abril de 2015

El becerro de oro

El universo cinematográfico de la Marvel Cómics lo consiguió. Con una apuesta ambiciosa y a largo plazo logró instalarse con fuerza en el mercado popular y generar con cada una de sus producciones una expectativa inusitada una década atrás en torno a una película de superhéroes. El imaginario colectivo ahora reconoce a los Avengers y a cada uno de sus miembros, que aparecen en forma de merchandasing en todos los rincones. La "Casa de las Ideas" hizo que el grupo como conjunto se convierta en una entidad tan popular como cada uno de sus integrantes individualmente.

Y esto se debe al buen trabajo que en líneas generales se realizó desde la salida la primera parte de “Iron Man” en 2008. Con luces y sombras, el hilo conductor que condujo al resto de los largometrajes y finalmente a ese maravilloso blockbuster que fue “Avengers” siempre fue coherente desde un lugar narrativo y estético, hasta ahora. Por que inexplicablemente, en “Age of Ultron” el director y guionista Joss Whedon pretende dotar a la cinta de un clima oscuro no demasiado propio con la tónica que supo imprimir en el capítulo anterior de la saga y que recorrió en mayor o menor medida cada película de la Marvel. El resultado es un gris incierto atravesado longitudinalmente por secuencias de acción constantes e interminables con enlaces que convierten al largometraje en una elipsis de más de dos horas donde demasiados detalles del argumento son dados por supuestos en una decisión , por lo menos, poco saludable.

Lo expuesto no significa que estemos ante una mala película. Nuevamente Marvel consigue un tanque de proporciones descomunales con momentos de lograda factura. Sin embargo, la sensación general es que el espectador está idolatrando un becerro de oro, un ídolo de barro creado por la enorme expectativa creada alrededor de la cinta, excitación que puede jugar en contra si no existe la voluntad de despojarse del fanático frenesí que antecede la llegada de cada película hija de las viñetas. Así pues, una mirada menos febril seguramente nos permitirá un análisis más nutritivo, ese mismo que nos haga cuestionar lo antedicho: el clima gris, la falencia narrativa y el estancamiento de los personajes, con la salvedad de un Hulk cada vez más interesante que a esta altura ya merece una (otra) película propia que aproveche la inspiración de Mark Ruffalo al frente del gigante esmeralda, de la Visión de Paul Bettany y algo detrás, de Hawkeye.

Porque si bien el carisma del Tony Stark de Robert Downey Jr. es destacable, ya es tiempo que la franquicia encuentre nuevos condimentos, esos mismos que no consiguió con la inclusión de los gemelos mutantes Quicksilver y Scarlet Witch (aquí devenidos en experimentos por una cuestión de derechos que continúa impidiendo el cruce del universo Avenger con el de X-Men) cuyas apariciones son casi anecdóticas en un argumento centrado en la catástrofe que procede a la aparición del megalómano Ultrón, villano de turno creado accidentalmente, una forma de inteligencia artificial decidida a extinguir la raza humana con motivos poco claros y métodos confusos que sirven como excusa para el torbellino de acción que domina la más de dos horas que dura la historia.

El resultado es más de lo mismo. Una película de un montaje descomunal y recursos técnicos de vanguardia puestos al servicio del más impresionante cine de acción. Pero más de lo mismo. Pan con pan. No hay evolución alguna y la sensación es asistir a un refrito de todas las películas anteriores, lo que resulta decepcionante. “Age of Ultrón”, entonces, que prometía ser la apoteosis de la propuestas de Marvel en la pantalla grande se convierte en un mero escalón a la próxima entrega de Avengers, como bien lo delatan los últimos 20 minutos de película y el ya clásico after crédit. Solo queda esperar que el gran paso sea dado en “Infinity War”, la anunciada tercera parte del supergrupo, de lo contrario seguiremos ante un producto hijo de un mercado caníbal, que no haga honor a un medio de expresión artística tan bastardeado como la historieta.

miércoles, 18 de febrero de 2015

Ornitología

Alejandro González Iñarritu ha encontrado misteriosamente la manera para brindar siempre la mejor versión de sí mismo. Desde la intempestiva “Amores Perros” hasta la perturbadora “Biutiful” y la desesperante “21 Grams”, el mexicano ha sabido no caer en la autoindulgencia renovándose en sus recursos estéticos y narrativos, y convirtiéndose en consecuencia en un director ecléctico, inesperado y fascinante, aunque nobleza obliga, de una regularidad fluctuante.

“Birdman” constituye una apuesta elevada que resulta un pleno gracias a las soberbias interpretaciones, el gran manejo de cámaras y el visceral trasfondo de un guión de conceptos nítidos planteados en un tono genial.

Todos estos condimentos la convierten en un ensayo sobre la delgada línea que divide al arte de la cultura de masas. Un guión inteligente advierte sobre la presencia constante en la arena artística de figuras nacidas en el seno de las industrias culturales y sostenidas ya no por su talento en un área determinada de las artes, sino gracias a la producción mercantilizada que reina en un mundo global y consumista. Esa yuxtaposición entre la concepción clásica de “lo culto” (lo artístico) y el producto que ofrece un mercado que propone a un público que no siempre dispone, sino que consume obediente, atraviesa como una daga la propuesta de un cineasta que ha concluido quizás su película de mayor estatura.

Y ese logro es también gracias a un nivel descollante de un sorprendentemente revitalizado Michael Keaton. Al igual que su personaje, el alguna vez actor fetiche de Tim Burton alcanza la panacea actoral tras años de ostracismo y de la ordalía que sobrevino tras Beetlejuice y las dos entregas de Batman. Casi autobiográfico, su personaje se reinventa y hace de “la inesperada virtud de la ignorancia” su escudo y su espada, armas con las que se convierte en una bestia interpretativa.

Keaton esculpe así la figura de un actor envuelto en una batalla interior con un pasado solapado por la popularidad que conlleva el mainstream. En ese lugar sufre y se reinventa al mismo tiempo. Delira epifanías creativas mientras procura desprenderse de su condición de celebridad plástica tanto por el fuerte anhelo personal de constituirse como un actor “serio”, alejado del averno popular, como para obtener la aprobación de la crítica especializada, porque el infierno son los otros, como proclama Sartre.

Iñarritu opta por utilizar un plano secuencia llamado a hacer historia con el que recorre la película casi en su totalidad. No obstante -y contra cualquier pronóstico- no es un recurso antojadizo para dotar de entidad a una historia vacía. No se trata del leitmotiv del film sino de una herramienta que además de completar la estética de la cinta, imprime a la narración de un tono intimista y ágil.

Con todo, el mexicano redondea con “Birdman” una película impecable desde muchos ángulos. Detallista hasta el nervio, logra que las expectativas puestas sobre la obra sean cubiertas desde cada uno de sus ángulos, dando forma a un cine de alto, de altísimo vuelo.